Pregunta de Trivial: “¿Cuál es la capital de Bolivia?”. Todo el mundo grita sin dudar… ¡LA PAZ! Y entonces no nos llevamos el quesito porque la respuesta NO ES CORRECTA. Si bien La Paz, tanto la ciudad como su área metropolitana, concentra la mayor población de Bolivia, acoge al Gobierno así como todo el poder ejecutivo y legislativo del país, la capital del Estado boliviano no es otra que la histórica Sucre. Pero a efectos de infraestructuras, instituciones, transportes, sedes de empresas y un largo etcétera es cierto que la capitalidad simbólica recaería en Nuestra Señora de La Paz, fundada un 20 de octubre de 1548 por el conquistador pacense Alonso de Mendoza.
La Paz, bienvenidos a la “no capital” más alta del mundo
“Cuando se atraviesa el altiplano de Chile a Bolivia (o viceversa) no sólo se cruza la frontera, se despliega un mundo de contrastes inmenso, de noches gélidas y volcanes ardientes, de puro desierto y lagunas de colores recubiertas de vida, donde lo inhóspito se vuelve hermoso y lo hermoso se vuelve cruel, donde el cielo te quita el aire y a cambio te ofrece un campo de estrellas relucientes.” Mecidos por el altiplano: de San Pedro a Uyuni. En el extremo suroccidental de Bolivia nos damos cuenta de lo que significa estar en el altiplano andino. Desde planicies en las que juegan las vicuñas y guanacos nos encontramos con lagos de colores, montañas nevadas (muchas de ellas volcanes) y lugares en los que la tierra burbujea lava literalmente. Entre San Pedro de Atacama (Chile) y el Salar de Uyuni se da uno de los recorridos terrestres más impresionantes de toda Sudamérica. Para hacerlo son necesarios varios días (de dos a tres) y contratar, a ser posible, una excursión en todoterreno para pasarlo, pero no tengáis duda que vale cada euro (o “boliviano”) que se paga. Y el frío que se pasa… Porque no hay noche que no se duerma a bajo cero y en que necesites varias mantas para taparte cuando estés en el refugio. Todo debido a que está en una constante de 4000 metros de altura que se nota, sobre todo, cuando se esconde el sol y los flamencos se agrupan para soportar las temperaturas gélidas que allí tienen.
Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa: Puro altiplano
“A medida que nos alejamos de las zonas de agua podemos decir que definitivamente nos encontramos circulando sobre un desierto blanco. El suelo es tan sólo una nube más por la que transitar. Un 4×4 es apenas un punto oscuro en un aura de luz repleta de fulgor. Desde un automóvil se tiene la impresión de ir volando. El suelo queda muy abajo, muy lejos de todo.” Postales del Salar de Uyuni. No nos engañemos. Muchos viajeros llegamos a Bolivia buscando este lugar. El Salar de Uyuni ofrece uno de los panoramas más bellos y extraterrestres del planeta. No existe otro desierto de sal como este, ni en tamaño (más de un millón de hectáreas o, para hacernos a la idea, un millón de estadios de fútbol) ni en la altitud a la que se encuentra (aprox 3650 metros sobre el nivel del mar). Un lugar donde las perspectivas no sirven de nada, donde nos sabes si estás cerca de las cosas o a decenas de kilómetros.
El Salar de Uyuni
“La noción del tiempo en las minas de Potosí es algo que brilla por su ausencia. Allí se vive en una eterna noche, un eterno letargo en el que nada cambia un ápice porque se muevan las manecillas de un reloj inútil.” En las entrañas de las minas de Potosí, la puerta del infierno.
Potosí y Cerro Rico
La capital oficial del Estado es, probablemente, la ciudad más agradable y bella de Bolivia. Sin ser tan fría como La Paz o Potosí, recuerda en sus formas a la Sevilla del XVII con los colores blanco y amarillo albero en las fachadas de dignísimos palacetes y demás edificios. De hecho su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido su gran estado de conservación y ser un ejemplo fabuloso de la arquitectura civil y religiosa de los tiempos de la colonia. Sucre es una ciudad agradable, digna para quedarse un par de días como mínimo al abrigo de su clima templado, sus cielos despejados, y dedicarse a la buena vida que ofrecen sus calles con numerosos restaurantes, tiendas y museos. La historia de la vieja Chuquisaca nos lleva no sólo a la época colonial sino a los comienzos de Bolivia como República emancipada que muestra con orgullo el lugar donde se firmó la declaración de independencia, la Casa de la Libertad.
Sucre, bella y templada
Muy cerca de Sucre, apenas a veinte minutos en coche, se encuentra uno de los mayores descubrimientos de la paleontología que tienen que ver con el período cretácico. Se trata de una pared vertical, hallada por casualidad en una cantera donde se obtiene material para hacer cemento, que contiene un número ingente de huellas de dinosaurios de esta época. Se calcula que en esta montaña se pueden ver más de 5000 de estas huellas correspondientes a casi 300 especies de grandes saurios. Y lo más curioso es que todas ellas están en vertical, lo que no significa que los dinosaurios caminaron por las paredes, sino que es debido de los cambios de la orografía surgidos durante millones de años en que se levantaron completamente los pliegues del suelo.
Cal Orcko y las huellas de los dinosaurios
El lago navegable a mayor altura del mundo (3812 metros sobre el nivel del mar) es compartido casi a partes iguales entre Bolivia y Perú en un 56% y un 44% respectivamente. Cuenta la Leyenda que de la Isla de Sol nació el Imperio inca, aunque son muchas las culturas las que desde tiempos inmemoriales se asentaron en las orillas de este enorme lago de la Cordillera andina (como la Tiahuanaco). El puerto principal del lado boliviano es Copacabana, ciudad turística con una importante e intensa afluencia de viajeros, sobre todo mochileros, que hacen el camino de subida o de bajada en su largo periplo sudamericano. Es, al fin y al cabo, un punto de encuentro para todos en una ciudad atractiva por la que hay que pasar, sí o sí, para conocer mejor el Lago Titicaca y navegar hasta la Isla de Sol, un lugar que irradia una energía que no se puede explicar con palabras y que se trata en uno de las mayores altares prehispánicos que podemos encontrar en América.
El Lago Titicaca y la Isla del Sol
Una de las civilizaciones preincaicas más longevas en toda América del Sur es la de Tiahuanaco. Se dice que surgió en el año 1580 antes de Cristo y colapsó en torno al 1187 después de Cristo. Hablamos de una duración de veinticinco siglos de una cultura que se extendió por Bolivia hasta el Pacífico tocando el sur peruano y buena parte del norte de la actual Chile. Nació a orillas del Lago Titicaca, aunque el complejo monumental y ceremonial que se puede visitar hoy día, y que es Patrimonio de la Humanidad, queda ya a unos 15 kilómetros del agua.
Las Ruinas de Tiahuanaco
De La Paz tomamos una avioneta a lo más profundo de la selva en el Departamento del Beni. Llegando a Rurrenabaque tenemos dos opciones, o entrar a selva profunda o hacer en canoa o lancha un inmenso pantanal regado por el río Yacuma, uno de los afluentes tributarios cuyas aguas terminan llegando al Amazonas. Si bien las dos opciones son del todo recomendables, la del pantanal, allí pampa, es la que ofrece más posibilidades al viajero para ver y fotografiar animales salvajes. Las conocidas como Pampas del Yacuma permiten dormir un par de noches en un humilde refugio en mitad de la nada que recibe la visita frecuente de caimanes, capibaras, monos y todo tipo de aves tropicales.
Las Pampas del río Yacuma… pura Amazonía
A la ruta que va a los Yungas desde La Paz le dicen la carretera de la muerte. No hay documental o reportaje sobre las carreteras más peligrosas del mundo en las que no aparezca este lugar que durante 80 kilómetros da la sensación de que te vas a caer por un precipicio que, en ocasiones, supera los 800 metros de altitud. Dada la fama del lugar muchos curiosos se acercan a verlo y a recorrerlo, convirtiéndose en una de las mayores experiencias sobre una bicicleta que se pueden tener en Sudamérica. Se sube hasta La Cumbre a más de 4000 metros de altura y se hace en apenas dos o tres horas un desnivel de 3600 metros. Es una ruta que hay que hacer con mucho cuidado, bien abrigado en el inicio y sudando a lo bestia en la llegada y con unas agujetas que te acompañan en los días sucesivos a no ser que seas un monstruo del sillín.
El camino a los Yungas, la carretera de la muerte